Un poema escrito para ser escuchado evita la tentación de la inteligencia de creer que las letras deben entrar por la vista. Incorporar los oídos en la construcción poética insufla de vida a las inertes letras del papel. El sonido reemplaza al intelecto, el tono guía mis palabras, pensamos en público; volvemos a ser bardos otra vez.
Un poema es la sonoridad del alma…
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